"Juan lloró cuando el mástil de Tangaroa pasó por debajo del puente de Florianópolis, porque había cruzado la línea de llegada, pero quería seguir navegando, estaba enamorado y no quería serme infiel. "Quiero incendiar este departamento, salir al mundo, correr peligro", cantaba Caetano, nos cantaba a nosotros, tantas veces habíamos soñado con esa vida en el mar. Para mí no era momento, queríamos tener un segundo hijo, necesitábamos un barco más grande, pero si Juan se iba a zarpar de cualquier modo, ahora o en un par de años, entonces al menos probamos y estoy a la altura de la mujer y la mamá que quiero ser. Con lo difícil que es soltar, fue liberador: renunciamos, alquilamos nuestra casa con todo lo que tenía adentro, vendimos el auto y nos quedamos con una mochila cada uno, más una de juguetes. Dos mil millas después, con todas las playas y tormentas, los pescados y las cascadas, el embarazo en cuarentena y los amigos navegantes, volvemos a elegir lo simple y compleja vida en el barco."

COLL, CONSTANZA - El Barco Amarillo

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"Juan lloró cuando el mástil de Tangaroa pasó por debajo del puente de Florianópolis, porque había cruzado la línea de llegada, pero quería seguir navegando, estaba enamorado y no quería serme infiel. "Quiero incendiar este departamento, salir al mundo, correr peligro", cantaba Caetano, nos cantaba a nosotros, tantas veces habíamos soñado con esa vida en el mar. Para mí no era momento, queríamos tener un segundo hijo, necesitábamos un barco más grande, pero si Juan se iba a zarpar de cualquier modo, ahora o en un par de años, entonces al menos probamos y estoy a la altura de la mujer y la mamá que quiero ser. Con lo difícil que es soltar, fue liberador: renunciamos, alquilamos nuestra casa con todo lo que tenía adentro, vendimos el auto y nos quedamos con una mochila cada uno, más una de juguetes. Dos mil millas después, con todas las playas y tormentas, los pescados y las cascadas, el embarazo en cuarentena y los amigos navegantes, volvemos a elegir lo simple y compleja vida en el barco."